martes, 24 de junio de 2008

Dibujitos



Cuando era púber siempre quería escribir mi nombre en un lugar visible, dejar una marca, un recuerdo. No importaba la superficie: pared, carpeta, silla, brazos enyesados, brazos de mis amigas, piernas de mis amigas, etc. Muchas de estas marcas eran producidas por aburrimiento, desgano, figuración, o afán informativo: “yo estuve aquí”, “yo estoy con tal (y con cual también)”. Luego me dijeron que debía crear una firma, la cual, para afinarla y no olvidarla, hacía mil veces en cuadernos y toda clase de papel que se cruzara en el camino.

La explicación de este comportamiento es simple, según los especialistas, a esa edad necesitas afirmar tu identidad, fortalecerla, dejar en claro que existes y hacer saber a los demás que estás ahí, incluso marcar tu territorio. Algunos con más énfasis que otros, pero este comportamiento “normal” debería acabar con la adolescencia y no causar mayores inconvenientes. Ahora sal por tu ventana y chequea el muro del frente, es probable que algún idiota con pintura en aerosol haya escrito su nombre jodiendo la fachada de ese inmueble.

Estos pobres desorientados que insisten en marcar su terreno con mensajes alusivos a su equipo favorito de fútbol, o peor aún, escriben algo indescifrable que en teoría debería poder proyectar su nombre. Una serie de garabatos escuálidos, faltos de forma e in entendibles, malogran miles de paredes en la ciudad causando una grave atentado estético y, peor aún, afectando el bolsillo de los propietarios.

Estos improvisados artistas creen que nos interesa su nombre estampado en nuestras casas, o que su vida sentimental podría removernos las emociones casi extintas cuando salimos a la calle, frases como “te amo y esta obra de arte lo demuestra” son comunes en varios puntos de la urbe, no contentos con eso lo deben hacer de tamaño súper familiar, como para que el barrio entero lo vea. Peores son aquellos que defienden ideales extintos como el comunismo o la anarquía, o aquellos vándalos poetas que alucinan versos cliché y repetidos eslóganes, qué difícil esa palabra, la escribiré algún día en alguna pared de alguna casa.

U, AL SC, SB, CDM, CMD, ONU, OMS, VIH y etcétera de siglas que ahorran espacio en los cada vez más reducidos muros urbanos, los cinco primeros se refieren a equipos de nuestro alicaído campeonato local, los demás son simple mención honrosa. Así puedes armar mensajes con menos gráficos, ahorras pintura y salvas muros. Si soy hincha de la U, escribo Y dale U en tu casa, viene un hincha de alianza y tacha la U y pone encima Zona Grone, de yapa aumenta Sur con la “U” volteada. Como si voltear una letra haría mejor o peor a algún equipo de fútbol.

No puedo negar el arte e ingenio de muchos que utilizan muros como lienzo, pero en su mayoría son tipos con autoestima baja, sin una personalidad definida y con demasiadas ganas de llamar la atención, como lo dije alguna vez ¡Que escriban un blog! No se libra ningún barrio, ningún distrito, vas a ver nombres de gente desconocida por cualquier lado ¿Si tanto quieres que te conozcan, no sería mejor que hagas algo elogiable que genere reconocimiento social? O por último, si tan pandillero eres, roba un banco y cuando te capturen sales en el periódico, matas dos pájaros de un tiro, te recluimos en un penal y dejas de pintar paredes.

No comprendo cómo hay gente que compra pintura en aerosol únicamente para eso, gastan sus centavitos, que pueden servir para alguna colecta nacional de esas que están de moda, en una cuestión inútil y perjudicial para muchos. Pareciera condición necesaria para ser pandillero, cargar tu latita, tu cuchillo y un par de cortes en el brazo.

Lo peor de todo es que ni siquiera utilizan colores interesantes, por favor, si vas a pintar mi pared, hazme algo bonito, tómate tu tiempo, respira, a ver si te intoxicas con la pintura.

Un grupo de chicas de aquellas... aburridísimo video, pero muestra lo inútil de esta práctica.