viernes, 27 de noviembre de 2009

Aventuras de Gimnasio

La falta de ejercicio y la permanente actividad gastronómica y chelera hizo que mi cuerpo tome forma indefinida (más que antes). ¡Ya no puedo meter la barriga! Y ahora ya no me debería quitar el polo bajo ninguna circunstancia ¿Pero qué es lo primero que se le viene a la mente a un nuevo gordito en exceso? Hacer dieta o ir al gimnasio. Mi condición de machista reprimido por las mujeres de mi casa no me hizo aceptar de ninguna forma dejar de comer como camionero, por lo que el gimnasio fue la única opción posible (eso de “salir a correr” no va conmigo, hay que ser bien fuerte para ir a mover las piernas alrededor de algún lugar por iniciativa propia más de dos días seguidos) Y decidí hacer lo que nunca había hecho, ir a un gimnasio de esos grandes, con muchos instructores alrededor y que te miden la grasa antes de que inicies tu rutina.

Al inicio te tratan tan bien que asusta, te quedas pensando si es la colonia, pero luego te das cuenta de que quieren sacarle plata a tu cuenta. Te empiezas a sentir más delgado, el solo hecho de entrar a estos establecimientos ya te pone “fitness”, juras que nunca lo vas a dejar y que incluso vendrás todos los días. Las fotos de gente musculosa te animan a cumplir el objetivo propuesto, solo bajar esos rollitos, desaparecer la celulitis y levantar el trasero (en el caso de las mujeres), sacar brazos y poder marcar el cuerpo (en el caso de los hombres).

El primer día alucinas que no estabas con el físico tan grave y que aún te quedaban pulmones y brazos para levantar pesas, corres una hora seguida, levantas 100 kilos, y haces 500 abdominales. Al día siguiente quieres estar tirado, sin moverte las 24 horas del día; tomas 100 pastillas contra el dolor muscular, y no puedes flexionar ni los dedos para agarrar el tenedor. He conocido gente sedada totalmente porque no aguantan lo que duele, lógicamente tu segundo día de gimnasio está perdido porque no puedes moverte.

Pero como el dolor dura un par de días más, te haces el loco y bajas el ritmo de la rutina a casi cero. Claro que sigues yendo todo empeñoso, te aguantas de la mejor manera el hecho de entrar al vestidor y cruzarte con puro tío despanzurrado con el cuerpo menos agradable que el tuyo, es que ver a un viejo de 60 calato caminando por ahí no es la cosa más bonita del mundo. ¿Qué les cuesta ponerse una toalla? Cubrirse no es difícil ¡aunque sea la ropa interior por dios! Pareciera que les gusta caminar desnudos entre hombres (esto pasa en todos los vestidores). Por lo que he escuchado, en el vestidor de las mujeres la situación no mejora mucho, los efectos del tiempo, embarazos, várices y etc de cosas que les da a ellas, dicen mis amigas, que hacen al espectáculo un tanto más “vistoso”.

De hecho también están esas chicas “regias”, más ricas que el pan francés, que se pasean con sus ajustadas y transparentosas mallitas, a las que por tu condición de machote lascivo no puedes dejar de mirar. En todos los gimnasios existen y ellas son totalmente concientes de lo que provocan; entre sus principales actividades dentro del local, aparte de hacer ejercicio, están la de coquetear con los instructores, coquetear con uno que otro chico, mejorarle la imagen al gimnasio, ser la envidia del 90% de mujeres que nunca será como ella, animar a los hombres a cargar más peso cuando están cerca y hacer creer a todos que estos ejercicios realmente funcionan.

Por otro lado están los musculosos, estos que cada día le aumentan un kilo a su pesa, y para levantarla gimen como… (qué puedo decir), se hinchan el doble, se les saltan las venas, y montan todo el show para luego de que lograron su objetivo, volteen a mirar cachosamente tu triste rutina con una mancuerna de 10 kilos. Estos personajes también conocen todo el gimnasio, el funcionamiento de las máquinas, son instructores improvisados, incluso creo que duermen en esas camillas para hacer abdominales. Pero lo que mejor hacen es mirarse al espejo, son narcisistas al extremo y el espejo es su mejor amigo, se miran hasta el mínimo detalle, en todas las posiciones y hacen de todo para que los demás volteen a ver sus músculos que no reemplazan todos los vacíos de sus existencia, percibo la mayoría de veces un gran problema de autoestima en ellos.

Los instructores o trainers son otro rollo, más “gileros” que ellos en el gimnasio no existen, son los reyes, conversan con todas, dejan en roche a todos y caminan siempre con un aire de superioridad y un gesto de aburrimiento al mandarte a hacer tu rutina, les importas un bledo a menos que seas la chica rica y coqueta con mallas ajustadas, a ellas hasta les secan el sudor, pero a ti, triste gordito deforme, te van a mandar a hacer mil abdominales y a correr por ahí para que no molestes.

Tienes que abastecerte de distintos implementos para asistir al gimnasio, entre ellos están las licras, shorts, polos que absorben el sudor, zapatillas para especiales porque las “pichangueras” no se ven tan fashion (peor si tienen coquitos) olvídate de llevar las “tabas” Super Reno. La toalla que sirve para secarte el sudor y limpiar lo que deja el gordito ese que suda ríos y que estuvo ocupando la máquina que ahora utilizarás con cierto asco. Tu “toma-todo” es básico, aunque debe ser más divertido llenarlo de pisco, el agua también es buena y sirve para “encaletar” el hecho de que ya no puedes respirar más” y que debes parar a mitad de la serie. Puedes encontrar todos los productos en la mini tienda del gimnasio, que te venderá algo de mala calidad al precio de las mejores marcas deportivas.

También venden suplementos (o complementos) alimenticios, esos enormes potes llenos de polvos que son un misterio para mí, creo que sirven para aumentar masa, o bajar masa, quizás quemar grasa, qué sé yo, solo sé que todos tienen hombres musculosos en la etiqueta y colores brillantes con fondo oscuro.

Al mes ya empiezas a creer que hizo efecto el gimnasio, el dolor de pecho que tenías al correr se ha esfumado, ya puedes mover los brazos sin problemas y hasta cargas 5 kilos más, sientes que los abdominales han hecho efecto, te miras al espejo como los musculosos con las obvias diferencias, ya te acostumbraste a la música “ambiental” y al olor a sudor. Ya te sientes listo para mostrar tu nuevo y maravilloso cuerpo en público, a pesar de que todos te ven igualito, tú juras que ha funcionado el esfuerzo, tanto así que ya te aburriste del gimnasio, empiezas a ir menos, tu espíritu deportivo decayó, prefieres ir a empujarte comida en vez de correr en la faja y finalmente ya no quieres ir ni por las chicas ricas en mallas. Te vale madres la plata gastada en un principio y la promesa que hiciste de ir siempre, ya no necesitas más esa cruel tortura y esperarás con ansias el pròximo verano para sentirte gordo nuevamente e ir a hacer ejercicio, por un mes.

jueves, 26 de noviembre de 2009

Lista de quejas contra la sociedad...


Algunas quejas en general

  • Me quejo contra aquel chofer de combi, incluyendo cobrador, que no se digna a parar su vehículo para que suban escolares, ancianos, personas con discapacidad, madres con niños. Malditos indolentes, por eso siguen siendo choferes de combi.
  • Contra aquel taxista que te dice “para allá no voy”, “está muy lejos”, “mucho tráfico a esta hora”. ¿Para qué diablos son taxistas? Se supone que deben transportar a las personas como un servicio privado, por algo no tienen ruta. Por eso siguen siendo taxistas.

  • Me quejo del alcalde de Lima y su basura de Metropolitano que lleva varios años molestándonos la vida, estresándonos con el tráfico que provoca, deformándonos la ciudad (sobre todo Barranco), y siendo una solución poco sostenible. Han jodido tanto para que pasen algunos buses en una sola ruta, van a eliminar varias otras rutas tan necesarias (y odiosas a la vez) y lo peor de todo es que piensa unir Comas con Chorrillos ¿Se habrá puesto a contar cuánta gente va de Comas a Chorrillos todos los días como para hacer esta enorme vía rápida (que con tanto semáforo desde Chorrillos a Barranco será muy lenta, encima de que ha reducido carriles).

  • Me quejo de los que protestan todos los días en el centro de Lima y no saben ya de qué protestan, pero siempre hay marchas y caminan de un lado a otro fregando el tráfico, molestando a la gente, haciendo bulla. Si ese tiempo lo usaran en algo más productivo que gritar “aquí, allá, la lucha continúa” quizás su suerte sería distinta. ¡Busquen trabajo! ¡Hagan empresa! Llevan años quejándose por una pensión de mendigos.

  • Hablando de mendigos, me quejo de ellos, creo que el “apoyo” ya se excedió, si le diera algo a cada uno de los que me viene a pedir un “apoyo” me quedaría sin sueldo. Hay mil formas mejores de hacer marketing que dar pena. Uno ya no se puede sentar tranquilo en ningún parque porque ya ni siquiera piden, ahora exigen, y se molestan si no les das nada.

  • Me quejo de las cadenas que mandan “previniéndote” de peligrosos virus, prometiendo cambiar tu suerte si mandas un mugroso correo a 10 mil personas, tratando de “sensibilizarte” para que ayudes a gente que no existe, haciéndote creer que eso le pasó a la amiga de una amiga de la vecina, fabricando noticias tontas, conspiraciones mundiales y demás cojudeces. Lo peor es que convencen a medio mundo de reenviar el bendito correo y llenarte la bandeja de entrada.

  • Me quejo de la masificación educativa mal llevada. Que universidades X sigan abriendo facultades de Derecho cuando es la carrera más copada del país. De que hayan centros educativos que son casas (usan de carpeta las tazas de los baños) también de que no haya control sobre estos ineficientes “colegios PRE Universitarios”.

  • Me quejo del imbécil de la seguridad del Congreso que me pedía retirarme del pasillo (por donde la gente transita libremente y no hay restricción) simplemente porque no tenía credencial de prensa, a pesar de que le demostraba que había mil personas sin credencial, además de que le pedí que me mostrara en dónde decía que estaba prohibido estar en el pasillo de tránsito. Lógicamente no pudo hacerme nada. Pero la próxima hago una nota de prensa poniendo en evidencia que “la política de puertas abiertas” del Congreso es una mentira.

  • Me molestan los congresistas en general, realmente son brutos, son bestias, y todos los demás adjetivos.

  • Me quejo de Alan García desde que tengo 4 años, ya voy por los 25 y me sigo quejando. Pero me quejo más de los idiotas que lo hicimos presidente dos veces.
  • Detesto a los que cierran carreteras, hacen paros, tiran piedras. Idiotas. Muchas veces hacen todo el escándalo por intereses personales de algún pendejo que los maneja diciéndoles cosas como “les están quitando su plata, luchen”

  • Me quejo de las iglesias “cristianas” por lavarle la cabeza a sus fieles, haciendo que se crean pecadores, que la Biblia es superior a la constitución y que solo ellos se van a salvar, además de otras tantas miles de estupideces.

  • Me quejo de la Iglesia Católica, siempre me he quejado de ella.

  • Detesto a los tipos obsesivos, celosos en extremo, “dominantes”, manipuladores, golpeadores, machistas solo con sus mujeres. Aunque creo que es culpa también de estas chicas que se dejan hacer todo esto y que encima les gusta.

  • Odio lo consumista de las fiestas, desde octubre empiezan con las campañas navideñas. Odio más tener que estar inmerso en esta cultura del consumo.

  • Me quejo de la gente que se alucina buena por hacer chocolatadas y mandar regalos a pueblos jóvenes, eso no les hace bien a los niños. Está bien estos detalles simpáticos ¡pero hagan algo más! Solo en Navidad se acuerdan.

  • Los “pendejos” peruanos, son tan vivos, pero tan vivos que ellos no pueden hacer la coreografía de “Thriller”, criollos pues. Tarados pues.
  • A los “ricos” y “ricas” de nuestro país. Va un saludo especial, sí para ti, para el que tiene su aretito en la oreja derecha, o para ti, la que mueve las caderas de forma exagerada cuando entras al salón.
  • Detesto a los pobres diablos que pintan las paredes en la calle solo para poner sus nombres o alguna otra tontería (dale U, arriba alianza, Barranco grone, etc). ¡Malogran la ciudad! ¡Anda a pintar tu pared!
  • Me quejo de los casinos, son juegos improductivos que te hacen gastar, o peor aún, te hacen ludópata.
  • Me quejo de no poder dormir en la oficina si me da sueño.
  • Me quejo de los pendejos que defienden los “derechos humanos” de terroristas, asesinos y demás lacras de la sociedad. No hacen más que atentar contra los derechos humanos de ciudadanos honestos y trabajadores.
  • Me quejo de que a la gente no le guste leer y que por eso vaya a tener que terminar esta larga lista de quejas. Por cierto, me quejo también de no tener tiempo para seguir escribiendo.
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