miércoles, 13 de enero de 2010

De choque y fuga...


“¿Y cómo chucha voy a saber cómo te llamas?” es una frase un tanto tosca para comenzar el post, pero tiene un trasfondo gracioso y hasta un tanto inocente ¿Por qué el título? Soy como cualquier individuo que conoce a una chica un día y tiene la suerte de “levantársela” sin mucho esfuerzo, sin preguntarle su nombre y sin despedirse al día siguiente. Aunque en el caso de la persona a la que iba dirigida la frasecita faltosa, el levante no estaba de por medio, sí tuvo la desgracia de dormir a mi lado, pero no pasó lo que ustedes suponen. Este es un pequeño compendio de algunas historias propias y prestadas de “choques y fugas” con gente totalmente “inédita” como dirían algunos.

Un verano en Camaná lo puede ser todo, el balneario no tiene nada que envidiar a centros de diversión playeros de Lima o del norte, el libertinaje y desenfreno pueden ser mayores incluso. De la manera más inocente, se armó una expedición con los boy scouts hacia la playa, sí, todos con pinta de idiotas santos y pañuelos amarrados al cuello. Los encargados de llevar a la tropa éramos un pata que sigue siendo scout (y ya tiene como 30 años) y yo, los demás eran niños buena onda y el jefe, que se dedicó a disfrutar del verano. Pero sorpresita, el jefe tenía una hija, a la cual ni miré porque era demasiado afanada con su “siempre listos”, prefería hacer nudos con sogas que con las piernas. Lo bueno fue que el jefe también tenía un amigo dueño de un hotel en el cual estaba su hija (y esta sí le entraba a todo) y que se ofreció de guía juerguística por el pueblo.

Dios me quiere mucho y resultó que esta chica tenía una amiga, de hecho recuerdo su nombre, aspecto físico, y mágicas palabras, fue ahí donde aprendí que el “open mind” existía en el mundo y que yo no lo estaba disfrutando. Fuera de los estereotipos, Karlita era (debe seguir siéndolo) rubia, de inquisidores ojos verdes, labios gruesos, cuerpo que cualquier bikini quisiera tener debajo, y una apertura total para hablar sobre sexualidad y otros menesteres que hasta ese momento me escandalizaban. Al final de la noche terminamos en el hotel, yo con ella en la litera de arriba, mi pata y la amiga en la de abajo. Todo hubiera sido perfecto si no llegaban unos huéspedes que despertaron a toda la familia. La rápida fuga por la ventana fue muy accidentada, pero los golpes valieron la pena, no la pude ver al día siguiente y regresé a Arequipa. Me gustaría volver a cruzarme con Karlita, como comprenderán solo sabía su nombre, más nada; alguna vez me la encontré pero yo tenía enamorada, tuve que amarrarme las manos y hacerme el loco mientras ella promocionaba una marca de cerveza en mayitas ajustadas.

Un choque y fuga no necesariamente debe terminar en una cama, también puede terminar en una silla, mesa o alfombra. Fuera de bromas, hay agarres interesantes que suceden con la misma intensidad. Con gente de la que nunca volverás a saber… a menos que te pase lo que le pasó a esta amiga.

Teníamos que reunirnos en una casa, elegimos la de “Juana”, ya antes habíamos estado ahí pero nunca noté los nervios y ansiedad que le causaba a la chica pisar dicha casa. La última vez me llamó alarmada, “por lo que más quieres, vamos a otro lado”, yo no entendía nada. Rogó tanto que empecé a sospechar y lancé la pregunta de frente “¿a quién te has agarrado que no quieres ver?” se quedó muda un rato, luego me hizo jurar que no le contaría a nadie (sorry). Confesó que las primeras veces no se había dado cuenta, hasta que vio una foto familiar, el “primo” (en realidad otro miembro de la familia pero no puedo dejar pistas) de la anfitriona era su agarre recurrente todo un verano, lo gracioso es que nunca le preguntó el nombre y menos el apellido, simplemente se encontraban en fiestas y agarraban. Mala suerte la suya de caer en la misma casa…

Es que te puedes encontrar nuevamente con esas personas, y poner cara de “la conozco”. O puedes conocer a alguien que la conozca. Como saben no suelo levantar en discotecas, soy torpe y no bailo, pero esta vez no sé qué pasó, llegué a la barra a pedir una cerveza (estaba un sol) y siento que alguien me toca la espalda, volteo pensando que me iban a golpear por alguna razón y me encontré con esta chica sonriente la cual dijo “hola ¿tú eres amigo de Gaby no? Te vi hablar con ella ¿me pides un vaso de agua?”. Muy sana ella con su vaso empezó a conversar, pronto estuvimos bailando y cuando me di cuenta mis amigos me habían dejado. Una cosa lleva a la otra, y la otra lleva a un hotel (hostal para ser exacto) luego de despertar al día siguiente, empezamos a hablar como grandes amigos (no te queda de otra en ese caso) y me preguntó dónde vivía, le dije que en la villa militar, y vino la clásica “¿entonces conoces a tal?” y yo respondí muy feliz que sí, que claro, que era mi pata, “muy buen broder”. Su respuesta fue genial: “a mira, es mi enamorado”. Mi cara de imbécil no podía disimularse, terminamos la conversación y me fui corriendo a investigar, en efecto eran enamorados. Mi amigo aún no lo sabe, de hecho ya rompieron hace años.

También te puedes encontrar con acosadores o acosadoras, aquellos que nunca te olvidan y creen que eres el amor de su vida cuando ni recuerdas su cara. Encima son inoportunos.

En un viaje con un grupo de amigos caímos en una discoteca de lo más sorprendente, no era una gran ciudad, pero la zona VIP era muy parecida a Aura, o al menos el alcohol me hizo alucinar eso. En el punto de la juerga en el que tratas de determinar en qué momento caerás desmayado, me acerqué a una baranda y empecé a mirar los videos de surf que proyectaban, a mi lado había una chica que luego de un rato me pregunto si yo “corría”, de hecho le dije que no pero que me gustaba el asunto. Lo siguiente que recuerdo es haber estado bailando con ella, corte, estar sentados afuera agarrando mal, corte, entrar al hotel donde estaba hospedado y no encontrar la llave, corte, tenerla encima y preguntarle la edad. Supongo que se fue a su casa y yo me fui a dormir al cuarto de mis amigos, lo único que sabía de ella es que había dejado un arete por ahí.

Luego de un par de semanas, yo estaba de lo más feliz con mi enamorada, y sonó mi celular, un mensaje de texto que decía “realmente te quiero volver a ver, eres lo mejor que me ha pasado, esa noche fue mágica, eres el amor de mi vida, te extraño, este es mi número”. Pensé que alguien estaba jugando, o que se habían equivocado de celular, lo borré y seguí en mi rollo. A la media hora recibí otro que decía “Oscar, responde, espero no haber sido muy agresiva con el mensaje, pero en verdad estoy enamorada. Soy Paola”. Ese segundo mensaje me asustó, ni contesté, empecé a husmear en mi memoria, pero nada me venía a la cabeza, hasta que un tercer mensaje me aclaró todo, me contaba cómo había sido y yo definitivamente no recordaba ni su cara, menos su nombre. Tampoco recordaba que le había dado mi número de celular, luego me llamó un par de veces para decirme que estaba en Lima, que estaba yendo a correr olas con un grupo de gente, que si quería ir. Como ni recordaba su cara nunca acepté, le contestaba medio asustado diciéndole que estaba ocupado, que no podía, que ni si quiera podía hablar en ese momento, hasta que un día dejó de llamar y mandar mensajes.

O como una amiga que me contó cómo un tipo se enteró hasta la dirección de su casa y la iba a buscar, a pesar de que ella solo se lo había agarrado una vez, y no se preocupó de volverlo a ver, tuvieron que amenazar al tipo para que no se vuelva a acercar.

Ahora que de los choques y fuga pueden surgir enamoramientos también, claro, ahí se acaba la gracia de esto. Es mejor mantenerlo en un “no sé quién eres, cómo te llamas, dónde vives, y tampoco me importa, pero hay que vivir esto”. A todos nos ha pasado alguna vez, no sea puritanos. Si tienes alguna historia parecida ¿bien podría ser que la compartas no?