
Me tapé la nariz y salí corriendo, tuve que levantarme el pantalón (siempre llevo arrastrando la basta) para pasar sobre el charco de agua, orines, escupitajos y demás fluidos raros; el olor era insoportable y si añadimos la indigestión por combinar cebiche y ron, tuve que controlar las arcadas para que no se me venga el “huayco” (jerga peruana para decir vómito) -así son los baños en el estadio - me consolé; el partido estaba aburridísimo así que preferí quedarme a pensar sobre la diversidad de los ambientes más visitados en cualquier lugar del mundo.
En este caso, eran los servicios higiénicos del mejor estadio del Perú, el Monumental de la U, imaginen ahora cómo son los baños en el estadio Nacional, míticas paredes enmohecidas adornadas con variopintos mensajes escritos con las más diversas herramientas, desde un simple lapicero, pasando por pintura en aerosol, hasta cuchillos que han atravesado a unos cuantos pandilleros; sin embargo, no sólo en los “baños deportivos” se genera la necesidad de dejar huellas gráficas, sin ir muy lejos, en mi universidad, supuestamente donde se forma la elite social de mi país (nivel socioeconómico A/B) o sea puro “pituquito”, las letrinas funcionan mejor que los cuadernos de muchos alumnos.
Estudié también en la Universidad Católica, menos elitista pero más humanista, por lo que aquellos mensajes dejados por aburridos usuarios sentados tenían un tinte más profundo, a veces filosóficos, otras revolucionarios. La coincidencia en ambos casos, y creo que en las demás universidades sucede lo mismo, es que la biblioteca funciona como punto de convergencia de aquellos que no pueden volver a casa para disfrutar de privacidad a la hora de defecar; las razones son variadas, para empezar son lugares poco frecuentados; segundo, le da un toque intelectual a la visita; luego, que fuera del cuarto de baño no se forman grupos ni hay gente parada que pueda cronometrar el tiempo que demoras. Aunque no solo estos edificios son elegidos, según los entendidos, hay diversos pabellones u otras instalaciones que acogen de manera íntima, casi hogareña las necesidades fisiológicas diarias, claro que atreverse a entrar en estos baños luego de la hora de almuerzo es una tortura olfativa, no recomiendo que lo intenten.
Una de las formas para conocer las costumbres de una familia, su pulcritud, condición social, o cualquier cosa, o sea si eres chismoso, es entrar al baño y observarlo, no recomiendo hacer una evaluación exhaustiva ya que puedes encontrarte con desagradables sorpresas, en especial si revisas en la papelera (tacho), pero sí es bueno ver los demás elementos que componen dicho cuarto, cuántos espejos tienen, que jabón utilizan, a qué huele, de qué material es la grifería, etc. Puede sonar ridículo, pero es muy conveniente cuando estás a punto de comprometerte con tu pareja, o si es un choque y fuga (popular denominación peruana para el sexo casual) y quieres saber si la chica, chico, o indeterminado, no tiene ladillas, hongos y demás causas de arrepentimiento por la borrachera.
Lo que sí es difícil es utilizar aquellos baños para algo más que miccionar, literalmente vas a “cagarle” la casa a otra persona, es mucho más difícil si el baño está cerca al comedor y en plena cena se le ocurre a tu estómago hacerle más espacio a la comida que viene, ahí “cagas” la cena; podría enumerar un sin fin de situaciones, aunque una de las peores es quizás esa en la que no hay papel en casa ajena, tú que entraste caleta, sin que nadie se entere de tus intenciones, terminas orgulloso de no haber sido descubierto y a la hora de el mero trámite te das cuenta de que falta lo más importante, algo para no dejar rastro, consejo: a veces es bueno sacrificar una media.
Otro momento difícil es en los urinarios, los baños públicos masculinos ostentan estos como símbolo de virilidad, personalmente prefiero evitarlos, es incómodo estar a merced de las miradas de algún tipo, por muy “machos” que sean siempre se les escapa el ojo; hay otros que lucen la indumentaria y se paran a 3 metros del recipiente para que los poco afortunados tengamos que rendirle pleitesía mental; existen también los ruidosos, esos gemidos de placer al eliminar fluidos son insoportables, no contentos con eso respiran fuertemente, mientras uno lleva 10 minutos tratando de que salgo algo ¡es imposible concentrarse con ese ruido! Y encima la paranoia de que el tipo esté teniendo realmente un orgasmo a costa tuya.
La mayoría de veces son ambientes agradables, el misterio que provoca el baño de mujeres (damas jaja) a los hombres es grande, es conocido que ellas demoran menos que nosotros dentro de las letrinas es por eso que carecen de pintas y reflexiones en las paredes o puertas (no es determinante) sin embargo compensan ese tiempo arreglándose frente al espejo. Curioso eso de que los machos pensamos sentados en una taza, muy buenas ideas nacieron ahí, así como esta de escribir sobre los baños, es un tema que se puede abordar con mayor extensión pero tengo que correr… antes de que se salga el mono (espero que la hayas captado).
Para que no uses baños públicos tan alegremente.