Y no es que haya sido
una noche desenfrenada, es el bendito mundial que ha desbaratado mis ánimos de
apostador. Se jodió mi polla porque muchos de los resultados previsibles se han
ido al barro. Creo que ya no hay resultados previsibles en el fútbol, claro, a
menos que alguna selección juegue con Perú, entonces ahí lo previsible es el
pobre juego de nuestra selección y el marcador favorable para el contrario.
Qué difícil es
reconocer que ahora todo es más parejo. Que las cabezas de serie pueden estar
en la cola. Que las selecciones sudamericanas han mejorado mucho. Que a los
costarricenses ya no puedes agarrarlos de lornas en el estadio. Que la próxima
vez que estés boca a boca con un chileno no solo te va a enrostrar que ganaron
la Guerra del Pacífico, sino que también eliminaron al campeón mundial en la
primera ronda y que han ido a más mundiales que nosotros.
Desespera ver que
todos avanzan y tú te quedas, lo peor es que no puedes hacer nada, a menos que
tú seas uno de los que saca a chupar a los jugadores de la selección, en ese
caso puedes eliminar a tu pata del Facebook y llevarlo a una de esas iglesias
evangélicas que te quitan los vicios.
Y pensar que Reimond
Manco tenía su espacio en el “DT” de El Comercio cuando jugaba el mundial Sub
17. Ahora podría tener su columna en “El Chino” comentando sobre las vedettes
más ricas del momento y los tips para llegar “sobrio” a los entrenamientos. Sería
más divertido que leer a los mil millones de fanáticos que envían su aliento a
un equipo distinto cada día a través de las redes sociales, las razones pueden
ser muchas, desde el atractivo físico de algunos jugadores hasta el gusto
irracional por el color de las camisetas.
Ya, sí, claro, el
mundial despierta pasiones insospechadas, como cuando te enteras que a tu
enamorada en realidad le gustan los piernones musculosos y no los flácidos con
piernas de pajarito. O como cuando descubres que varios en tu país tienen
nacionalidades dobles y hasta triples, solo porque sus tíos abuelos en tercer grado
visitaron alguna vez Francia, Holanda, Costa de Marfil, etc. O cuando ves que
hay mujeres derritiéndose por jugadores “churros que sudan como dioses” (sic).
Pero bueno, se jodió
mi polla del mundial, siento olor a derrota, así como cuando no completé el
álbum Panini que compré entusiasmado o como cuando no clasificamos por enésima
vez desde que nací. Más que perder la apuesta me corroe la envidia de ver a
otros “mundialistas” disfrutando de esto, celebrando y sufriendo, lagrimeando
cuando escuchan el himno, maldiciendo si les metieron un gol. Lo acepto, más
que una polla jodida, tengo la esperanza mundialista jodida.
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